Los colores característicos de la época eran tonos con gran intensidad, en especial los rojizos, violetas, y rubí. Como también los oscuros, entre ellos el color vino y aterciopelados, que de una u otra forma son complementados por verdes equivalentemente oscuros, pero tenuemente desaturados y azul ultramar, lo que evocaba simbólicamente la pasión y la ostentación teatral. El naranja oxidado comunica decadencia, de igual forma aporta el toque cálido que contrasta, con el resto de tonos fríos barrocos.
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